Al conducir un vehículo a muchas personas les genera una gran emoción la aceleración que puedan imprimirle. Sin embargo, ignoran que, a pesar de sus destrezas y conocimientos, tienen un enemigo: la física.
Y es que cuando se maneja un vehículo se está transformando grandes cantidades de energía cinética que, al final, si no es controlada, se entrega, deliberadamente, en forma de un accidente de tránsito.
Una fórmula matemática es la que explica por qué en las grandes ciudades y autopistas del mundo se controla la velocidad de los vehículos que las transitan: ½ mv^2, o sea, 1/2 de la masa por la velocidad al cuadrado. Lo cual quiere decir que a mayor velocidad, mayor energía cinética llevará el vehículo.
Y como la masa de un vehículo es poco variable, ya que sólo cambia por el número de pasajeros o por la carga que lleve, las autoridades se centran en regular la velocidad que sí es un factor controlable por parte de los conductores.
Otros de los factores que afecta a un conductor en un auto a gran velocidad son sus condiciones físicas, pues a una velocidad normal se puede tener un rango visual de 100 grados, pero a más de 100 km/h el ángulo se reduce a 45 grados, y el conductor no tiene el dominio suficiente sobre lo que ocurre a su alrededor.
También juega en contra otra fórmula matemática en la cual se suman el tiempo de reacción del conductor, que es lo que se demora en pasar el pie del acelerador al freno y que está calculado en un segundo, pero que varía según sus condiciones físicas y sicológicas (destreza, estado de ánimo, si está cansado o distraído, etc.), con el tiempo de frenado del vehículo que varía según las condiciones mecánicas (estado de los cauchos y los frenos, si el asfalto está mojado o seco, etc.).
Por todo esto es importante el mantenimiento del vehículo, para que sus dispositivos de seguridad activa y pasiva (frenos, cauchos, suspensión, dirección, airbag, cinturones de seguridad, etc.) estén bien y así evitar un accidente de tránsito y disminuir las posibles lesiones que se pueden generar en el conductor o lo pasajeros.
Además, los conductores deben, por lo menos, guardar una distancia prudente con los vehículos que lo anteceden y los que lo preceden para evitar accidentes de tránsito.
Según la Ley de Tránsito a una velocidad de 30 kilómetros por hora, la distancia es de 10 metros con el vehículo que va delante de él; entre 30 y 60 kilómetros por hora, de 20 metros, y a más de 80 kilómetros, de 30 metros.
Pese a la modernización de motores y sistemas de seguridad, los límites de velocidad se mantienen porque las leyes de la física, la estadística, la biología o la meteorología no han cambiado desde el principio del mundo; y las fuerzas centrífugas y centrípetas que experimenta un carro en una curva son las mismas sin importar la marca, y la adherencia del asfalto varia con la temperatura y la humedad.
Edén Valera
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