¿Recuerdas cuando la humanidad creía que el fin del mundo llegaría en el año 2000? Ya han pasado 15 años desde aquel día en que dimos la vuelta al calendario y aquí seguimos, igual que siempre pero un poco más viejos. Sí, todos.
Así como pasamos mil años escribiendo un 1 en la fecha y no supimos qué hacer cuando llegó el 2, el siglo pasado nos acostumbramos tanto a vivir y disfrutar al volante de los coches, que ahora el coche autónomo nos causa sarpullidos.
Montones de ingenieros de diferentes fabricantes ya se han encerrado en los laboratorios desarrollando tecnologías que sean capaces de llevar a una persona del punto A al punto B sin que tenga que tocar el volante. SEAT, por ejemplo, dice que el coche del futuro evitará por completo los accidentes; Volvo, además, busca aprovechar esta tecnología para reducir el consumo de combustible; Mercedes quiere añadir distinción y reducir el estrés. Nissan y Audi también figuran en el mapa.
Pero como dice Miguel Bosé, ni todo son espinas ni todo son rosas. Hay que aprender a ver todo lo malo que tiene lo bueno y todo lo bueno que tiene lo malo, porque queramos o no, el coche que se conduce solo llegará tarde o temprano, y mientras más pronto enterremos el miedo al futuro y la resistencia al cambio, más tiempo tendremos para plantearnos cómo conviviremos los conductores más apasionados con los coches autónomos y cuáles son los posibles fallos que podrían presentar.
Los trastos con ruedas no conocen la lealtad
Con el tiempo ha disminuido el margen de error de las nuevas tecnologías, pero aún distan de estar exentas de fallos. Quien ponga esto en duda es porque jamás ha estado ante una impresora que parece oler el miedo cuando debemos imprimir un informe o una tarea en el último minuto.
La buena noticia es que los coches autónomos no son impresoras; la mala es que si fallan, las repercusiones son mucho más graves que solo una bronca en el curro o en el cole. Hay vidas de por medio, y hasta no estar seguros al cien por cien de que estas tecnologías funcionan, ni fabricantes ni consumidores estaremos tranquilos. Ya lo dijo Erik Coelingh, un técnico especialista de Volvo: "Hacer que este complejo sistema sea 99 % confiable no es suficiente. Necesitas ser mucho más cercano al 100 % antes de permitir que los coches autónomos convivan con otros conductores en condiciones de tráfico reales".
Es ahí donde donde el coche autónomo golpea el avispero: al hablar de condiciones de tráfico reales. Siempre que el factor humano esté presente habrá potencialidad de cometer errores, por eso los coches autónomos aún viven bajo condiciones específicas de laboratorio o circuito, y aquellos que ya han salido al Mundo Real™ no circulan en cualquier vialidad porque por ella transitan peatones, ciclistas o motociclistas que van por la vida sin sensores ni radares ni esas cosas raras que trajo el nuevo milenio.
Es ciencia, no magia
Entonces, bajo dichas circunstancias el conductor deberá coger el volante y circular sólo asistido por la alerta de colisión, el avisador de ángulo muerto, de abandono involuntario de carril y las demás asistencias de conducción que, más que volvernos inútiles, nos alejan tres pasos de la fatalidad. Pero no lo hacen todo, ni las asistencias ni los coches autónomos.
Aún hay un enorme hueco del que ningún fabricante ha hablado, y es el mantenimiento. La electrónica hará todo lo posible por que el coche autónomo no choque ni rebase los límites de velocidad, pero el factor humano vuelve a liarla si no se le da el mantenimiento adecuado al coche, porque por muy autónomo que sea un vehículo, no es capaz de decidir cambiar de neumáticos o de aceite, o no se asegura de que todos los fluidos están en las cantidades y condiciones correctas. Y sí, es 2015 y aún hay conductores que pasan de realizar los servicios de sus coches; sucede y seguirá sucediendo.
Y hablando de vacíos, llegamos al apartado legal. ¿Qué pasa si ese 1 % de margen de error ocasiona la muerte de algún peatón? ¿Culpamos al fabricante por vender un producto peligroso o al conductor por confiar ciegamente en que su coche podía conducirse solo? Hemos llegado a una era en la que la tecnología avanza más rápido que la ley, y si no estás convencido, pregúntale a Audi por qué no puede vender sus faros Matrix en Estados Unidos.
El lado amable tiene todo el potencial de liarla
Además de reducir accidentes y disminuir el consumo de combustible, el coche autónomo puede convertirse en la solución para quien quiere prescindir de un coche sin tener que coger el autobús. Muchos fabricantes ya se encuentran trabajando en coches que sean capaces de buscar su propio lugar para aparcar y recoger a su propietario cuando éste lo solicite, todo desde el móvil. ¿Por qué no hacer lo mismo con un coche que no sea de nadie?
La filosofía del car sharing puede llegar a un nuevo nivel gracias a estas tecnologías. Imagina un futuro en el que desde el móvil llames un vehículo, que pase a por ti y te lleve hasta donde desees. Molaría, y molaría montones, a menos que seas taxista y veas el coche autónomo como una amenaza, porque si con Uber la han liado, con esta tecnología seguro que lo harán aún más.
¿Y del placer de conducir? Esa es la menor de las preocupaciones. Muchos entusiastas han visto al coche autónomo como una desgracia, porque significaría decirle adiós al volante, pero fuera dramas es un hecho que esta tecnología no reemplazará a la otra, igual que como no dejamos de hablar porque se inventó el Whatsapp. A menos que alguna ley muy del futuro decida que ningún humano pueda conducir y entonces los deportivos estarán sólo en museos y circuitos, no tienes por qué preocuparte.
Aunque parezca que hablamos de un futuro lejano, el coche autónomo está a la vuelta de la esquina. Volvo trabaja a marchas forzadas para volverlo realidad en 2017, y Nissan ya prometió que lo tendrá en el mercado antes del 2020. Para entonces, esperemos que todo este tipo de incógnitas tengan una respuesta y que las leyes no cierren la puerta a esta tecnología. En el cambio siempre está la evolución.
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