viernes, 9 de diciembre de 2011

¿A qué esperas para fracasar?

La cultura europea y sobre todo la española castiga mucho el error. Cuando alguien, empresario o directivo, comete un fallo se le señala con el dedo durante mucho tiempo. Sin embargo, los errores son una fuente de enseñanza. En Estados Unidos casi se invita a fracasar como fase de iniciación para el éxito. ¿Qué podemos hacer para cambiar esta mentalidad tan arraigada en el viejo continente? Ricardo Cortines propone tres pautas: darle la vuelta a la moneda, mirar la moneda desde abajo y lanzar otra.

El éxito se saborea gracias al fracaso y el fracaso nos educa y nos impulsa para conseguir el éxito. Éste es el punto de partida de ¿A qué esperas para fracasar?, de Ricardo Cortines. A lo largo de menos de doscientas páginas, la obra, estructurada en cuatro partes destroza el mito del fracaso como una experiencia trágica que debemos evitar por todos los medios y que estigmatiza a quien la sufre.

Muy al contrario, el libro es una invitación en toda regla a descubrir el fracaso y a experimentar sin miedo al desenlace. El autor sigue la línea que desde hace muchos años marca la línea de pensamiento y trabajo de los estadounidenses, donde la prueba y error está a la orden del día.

La primera parte titulada Las reglas del juego se centra en la suerte, las probabilidades, la casualidad, la superstición... Es decir, en todo lo que forma parte del juego de la vida. ¿Piensas que tener suerte es deseable? A lo mejor te llevas una sorpresa.

Por otro lado, Cortines defiende que otro de los grandes males es no querer llamar las cosas por su nombre. Buscamos sinónimos, giros grandilocuentes y rimbombantes para evitar la palabra sencilla y llama que define a la perfección lo que ha pasado. Esto no es otra cosa que una ceguera provocada por nosotros mismos, para autojustificarnos y seguir paralizados. En el libro se expone la teoría oficial sobre el fracaso y se ponen de manifiesto todas sus “mentiras” - por ejemplo, que de los errores se aprende y que el fracaso minusvalora -.

Una parte destacada del libro analiza lo que el autor llama El juego sucio. Ahí recoge la zona oscura del juego (los tramposos, los jugadores sin escrúpulos…). A lo largo de sus capítulos se explica que el gran enemigo no es el fracaso, sino los demás. Ésos que cuando tenemos éxito, cuando algo nos sale bien, en vez de alabarnos y reconocer el esfuerzo y la originalidad de nuestro trabajo o tarea lo que hacen es desconfiar. Sembrar entre nuestro círculo de conocidos la sombra de la duda, de que algo malo escondemos y de “a saber cómo lo ha logrado”.

Esta actitud es para el autor y para muchos expertos en el campo de la gestión empresarial uno de los grandes caballos de batalla. A las pocas ayudas, sobre todo en el campo del emprendizaje, hay que añadir la escasa cultura emprendedora y las suspicacias que levanta el triunfo. ¿Qué se puede hacer para acabar o al menos mitigar esta mala costumbre? Pues los consejos y pautas no son nuevos, de hecho casi nos los sabemos de memoria porque no son otros que enseñar el valor del esfuerzo, de la creatividad, la iniciativa y la capacidad de asumir riesgos desde las más bajas etapas escolares. Ahí, es donde se forja el espíritu, dónde se da rienda suelta a la imaginación y donde se desmitifican los miedos.

Sin embargo, el trabajo duro, las reformas y las bases para que cualquier profesional asuma retos y emprenda nuevos proyectos y aprenda de sus errores debe darse en la Universidad.

Sobre este punto, el maestro error, resulta especialmente interesante la última parte: Cómo convertir el fracaso en éxito. Cortines explica, partiendo de una moneda, cómo convertir la cruz en cara (el fracaso en éxito), cómo cambiar la realidad alterando nuestra perspectiva de la misma y cómo conducirse en la vida para alcanzar el éxito. El lector descubrirá los seis beneficios del fracaso y aprenderá que para tener éxito cada persona debe encontrar su “fracaso admisible”.

Entre los muchos consejos el autor destaca tres cosas como imprescindibles:
1 Estate alerta y reacciona con rapidez. Se trata de que el fracaso dure lo menos posible. El problema no es fracasar, sino no librarse del fracaso oportunamente.

2 Disecciona tu “muerto”. Es preciso saber a qué nos enfrentamos. Ya que no vale cualquier decisión y la primera salido no siempre es la buena. Si queremos darle la vuelta al fracaso debemos saber, con la mayor exactitud posible, dónde está el problema. Tenemos un muerto entre las manos y es imprescindible que le hagamos la autopsia.

3 Separa y recicla. No todo se pudre cuando fracasa. En todo lo que hacemos siempre hay algo bueno, una parte que se puede y se debe aprovechar. Así pues, debemos separar el trigo de la paja y arrojar lejos lo que no vale y lo que sí reciclarlo.

Lo que no sirvió para un sector o un colectivo, puede ser estupendo en otro si se le retoca ligeramente. Todo es cuestión de saber mirar.

Publicado por http://www.expansion.com

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