La nueva generación de este modelo que Land Rover catalogada como SUV está fabricada en la nueva planta de la marca en Solihull, especializada en la construcción con aluminio. Un material en el que está construido íntegramente el buque insignia de la compañía, que así se convierte en el primer Sport Utility que utiliza un ligero monocasco construido completamente en este material. No obstante, la relación de Land Rover con el aluminio, porque el primer modelo de la marca nació construido en aluminio. Y su sucesor, el Defender, mantiene este material como la base de la carrocería, aunque no con la sofisticación alcanzada en el Range Rover.
Es un modelo que cumple 40 años en el mercado, marcando siempre la pauta como el todoterreno de lujo de referencia.
Ahora ha sido desarrollado desde cero.
Es más ligero y también más rígido, más resistente, más robusto y más refinado. La construcción ligera aplicada al nuevo Range Rover ha hecho que sea 39 % más ligero que el anterior, realizado en acero. La consecuencia inmediata en esta versión es una reducción del consumo de carburante que llega a 22 %, ya que el promedio se sitúa en 7,5 litros y una emisión de CO2 de 196 gramos por kilómetro. No hay que olvidar que se trata de un V8 de 339 caballos de potencia.
Sobre la reducción del consumo, Land Rover se ha comprometido a la lanzar al mercado a finales de este año una versión híbrida diesel cuyas emisiones se situarán en 169 gramos.
El nuevo Range Rover es reconocible como tal a simple vista, aunque los cambios en diseño son profundos. Ha ganado en elegancia y sofisticación estética.
Los trazos y las formas son ahora más limpios. Land Rover describe que los nuevos trazos son una fresca interpretación de los principios del diseño que ha caracterizado a los Range Rover de estos 40 años.
El nuevo diseño ha logrado un perfil más suave, hasta el punto de ser el Range Rover más aerodinámico de la historia, con un coeficiente menos logrado en buena medida a una línea del techo que es 20 milímetros más baja.
Con un tamaño exterior prácticamente igual que su antecesor, ha mejorado en habitabilidad interior, con un mayor espacio en las plazas traseras y una mejora del volumen para el equipaje. En el interior también se percibe una mejora en acabados y materiales empleados en configurar un espacio que sigue las trayectorias dibujadas en la generación anterior.
El tablero, con una poderosa consola central que tiene continuidad en el túnel central, exhibe una arquitectura en la que abundan las líneas rectas y los formatos cuadrados. El habitáculo destila lujo moderno y refinamiento. Se tiene que justificar con ello un elevado precio de adquisición y una posición en el mercado muy selectiva.
Al Range Rover no se le puede negar esfuerzo tecnológico ni buenos resultados dinámicos, especialmente su capacidad fuera del asfalto y su adaptación a rodar sobre él, con el refinamiento de una berlina de altas prestaciones.
Ello es el resultado de una cuidadosa ingeniería, con detalles que hacen la vida confortable a bordo.
El aislamiento acústico ha sido centrado en el parabrisas, en las ventanillas laterales, en los soportes del motor para mejorar el filtrado de las vibraciones.
El motor, a pesar de su volumen, cubicaje y potencia, es sorprendentemente suave y progresivo, además de mostrar condiciones deportivas acreditadas por los 6,9 segundos que emplea.
El Range Rover ofrece todo un arsenal de herramientas y tecnología de última generación para hacer aún más fácil la conducción.
La conducción es muy fácil en este lujoso SUV, tanto que si se pueden dejar las decisiones en manos de la electrónica y sin errores, pues es ésta la que toma las decisiones.
Fernando A. Marqués
Efe Reportajes
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