Silvia
Lázaro, directora de comunicación interna de Ferrovial, explica que la
pauta en el vestir cuando se trabaja en el interior de la empresa es una
cuestión de “estilo de compañía”. Aunque en su empresa, asegura, no
existe una normativa formal, sí se da un acuerdo tácito que les permite
llamar la atención a un empleado “si lleva un escote demasiado exagerado
o unos vaqueros rotos”.
¿La razón? “No hay espacios cerrados. Toda la gente se relaciona entre sí y los clientes pueden pasar por delante de un área donde hay empleados que normalmente no trabajan ante el público. Además, siempre existe la posibilidad de tener que salir a entregar algún informe”, aclara. Sin embargo, la doctora en Sociología Patricia Soley-Beltran considera que otros motivos menos pragmáticos subyacen en la decisión de implantar esta suerte de uniforme.
“La vestimenta es un método de subordinación”, dice una socióloga
¿La razón? “No hay espacios cerrados. Toda la gente se relaciona entre sí y los clientes pueden pasar por delante de un área donde hay empleados que normalmente no trabajan ante el público. Además, siempre existe la posibilidad de tener que salir a entregar algún informe”, aclara. Sin embargo, la doctora en Sociología Patricia Soley-Beltran considera que otros motivos menos pragmáticos subyacen en la decisión de implantar esta suerte de uniforme.
“Es
un método de subordinación. La ropa y el cuidado del cuerpo tienen una
función simbólica muy importante. Y estas imposiciones obedecen a la
creencia de que la disciplina en la vestimenta tiene su correlación en
la disciplina laboral, y que si se relaja una, termina relajándose la
otra”, apunta.
Aun así, cada vez más empresas comienzan a hacer pequeñas concesiones durante el verano. Se permite prescindir de la chaqueta, llevar polos... Resulta absurdo, además de antiecológico y caro, tener que bajar el termostato hasta temperaturas glaciales porque empleados que solo se ven entre ellos van cubiertos con americanas y corbatas. El ahorro energético y económico en aire acondicionado se impone en este caso a la disciplina textil.
Pero el control de la indumentaria se confirma como una herramienta laboral muy importante. Tanto que PwC, una de las auditoras más importantes de España, incluye dentro de las responsabilidades de aquellos profesionales que están al cargo de equipos “asegurar la correcta aplicación del código y del business casual”.
Es
decir, de las normas de vestimenta más laxas que se permite en agosto y
durante los viernes. “El objetivo es compatibilizar un estilo más
confortable con la imagen cuidada que los clientes y el mercado esperan
de nosotros”, explica Xavier Janer, jefe de prensa de PwC.
Pero ir en traje, sin más acotaciones, ¿garantiza una buena imagen?, se pregunta la diseñadora Ana Locking. “Los códigos se basan en una enumeración de elementos, más que en el estilo. Un hombre con un traje de poliéster malísimo, una corbata ancha rescatada de los años ochenta y una camisa blanca con el cuello rozado de tanto ponerla se considera correcto.
En verano y los viernes se suelen relajar las normas de indumentaria
Pero ir en traje, sin más acotaciones, ¿garantiza una buena imagen?, se pregunta la diseñadora Ana Locking. “Los códigos se basan en una enumeración de elementos, más que en el estilo. Un hombre con un traje de poliéster malísimo, una corbata ancha rescatada de los años ochenta y una camisa blanca con el cuello rozado de tanto ponerla se considera correcto.
Pero
otro que luce maravilloso con unas bermudas y unas sandalias de diseño,
y pese a que el conjunto le haya costado 10.000 euros, resulta
inaceptable”, se queja. Aunque reconoce que un traje, por muy feo que
sea, sigue transmitiendo fiabilidad y seriedad con más fuerza que unas
bermudas.
En Google España creen haber demostrado que, al menos en su campo, delegar en cada trabajador la elección de su vestuario no ha desembocado en la anarquía laboral, sino en un aumento de la productividad. “Lo que buscamos es que todo el mundo se encuentre lo más cómodo posible, incluso con la ropa que lleva como con las oficinas donde pasa su jornada, porque así trabajará más y mejor.
En Google España creen haber demostrado que, al menos en su campo, delegar en cada trabajador la elección de su vestuario no ha desembocado en la anarquía laboral, sino en un aumento de la productividad. “Lo que buscamos es que todo el mundo se encuentre lo más cómodo posible, incluso con la ropa que lleva como con las oficinas donde pasa su jornada, porque así trabajará más y mejor.
Y,
seamos sinceros, no es igual de confortable estar delante del ordenador
10 horas con el nudo de la corbata apretándote, que en vaqueros y
camiseta”, argumenta su directora de comunicación, Anais Figueras.
La estrategia de Google consiste en tratar a sus empleados como mayores de edad. Si han pasado un competitivo proceso de selección y la empresa confía en ellos para desarrollar distintos proyectos, también confía en que sean lo suficientemente responsables y profesionales para adecuar su vestimenta a las necesidades de su trabajo. Así, por ejemplo, los comerciales van en sudadera y deportivas excepto cuando se reúnen o visitan a clientes y proveedores.
Puro sentido común en la teoría. En la práctica, algunas empresas como la agencia de publicidad TBWA Interactive han descubierto que no todos sus trabajadores están preparados para gestionar la libertad de vestimenta. Incluso cuando no trabajan ante el público y, como en este caso, no solo no se les prohíbe el uso de ropa sport, sino que se potencia su uso.
La estrategia de Google consiste en tratar a sus empleados como mayores de edad. Si han pasado un competitivo proceso de selección y la empresa confía en ellos para desarrollar distintos proyectos, también confía en que sean lo suficientemente responsables y profesionales para adecuar su vestimenta a las necesidades de su trabajo. Así, por ejemplo, los comerciales van en sudadera y deportivas excepto cuando se reúnen o visitan a clientes y proveedores.
Hay jefes que exigen ropa informal para ofrecer una imagen más creativa
Puro sentido común en la teoría. En la práctica, algunas empresas como la agencia de publicidad TBWA Interactive han descubierto que no todos sus trabajadores están preparados para gestionar la libertad de vestimenta. Incluso cuando no trabajan ante el público y, como en este caso, no solo no se les prohíbe el uso de ropa sport, sino que se potencia su uso.
“Ir
con traje es contraproducente para un creativo, le resta valor. Al
final, lo que nos compra el cliente es creatividad. Una cualidad que se
te supone y que tienes que transmitir también a través de tu ropa.
Nuestro código es el contracódigo”, explica Chema Cuesta, director
creativo de la agencia.
Pero
por muy lejos que la empresa sitúe la frontera de lo que considera
decoroso, siempre existe la tentación de transgredirla. Chema Cuesta
recuerda que el pasado verano tuvieron que enviar una circular porque
algunos de sus empleados vestían chanclas y bañadores. “Esto no es una
fiesta en Ibiza o una piscina, aquí se viene a trabajar”, razona.
En opinión de Soley-Beltran, muchas empresas interpretan el grado de cumplimiento de estas normas como termómetro de la fiabilidad del trabajador. “Hay compañías donde se valora mucho que la persona no cuestione nada, sino que ejecute y obedezca. Y su actitud ante la ropa es un marcador muy fácil de observar”.
Otro de los objetivos de los códigos de vestimenta es, según la socióloga, “la desexualización del espacio laboral”. Se trata, en sus palabras, de la misma filosofía, aunque muy matizada, que hay detrás del burka. “La idea profunda es que las mujeres con todos sus atractivos sueltos pueden quebrar el orden público, despertar los apetitos de los hombres, desconcentrarlos”.
En opinión de Soley-Beltran, muchas empresas interpretan el grado de cumplimiento de estas normas como termómetro de la fiabilidad del trabajador. “Hay compañías donde se valora mucho que la persona no cuestione nada, sino que ejecute y obedezca. Y su actitud ante la ropa es un marcador muy fácil de observar”.
Otro de los objetivos de los códigos de vestimenta es, según la socióloga, “la desexualización del espacio laboral”. Se trata, en sus palabras, de la misma filosofía, aunque muy matizada, que hay detrás del burka. “La idea profunda es que las mujeres con todos sus atractivos sueltos pueden quebrar el orden público, despertar los apetitos de los hombres, desconcentrarlos”.
Y
viceversa. Por eso, en la mayor parte de las normativas se prohíben las
minifaldas, en el caso de las mujeres, y los pantalones cortos, en el
de los hombres, aunque los únicos que vayan a vislumbrar sus piernas
sean sus compañeros.
Por la Red circulan unos carteles publicitarios muy reveladores que Accenture EE UU cuelga en sus oficinas para recordar a sus trabajadores los límites que no está permitido traspasar. En uno de ellos, sobre el primer plano de un fornido brazo, se lee: “Nos gusta ver tus bíceps… en el gimnasio”, y se advierte de que los hombres no deben llevar camisetas de tirantes. En otro, la frase “cuando decimos que las preferimos cortas… nos referimos a las reuniones” acompaña la imagen de una microminifalda.
Con sentido del humor, como en este caso, o sin él, el mensaje queda claro: ambos sexos deben vestir no solo con seriedad sino también con recato. Una idea que cala en el subconsciente del empleado hasta convertirlo, a veces, en su propio censor.
Si se da libertad a los empleados, trabajan más y mejor, dicen en Google
Por la Red circulan unos carteles publicitarios muy reveladores que Accenture EE UU cuelga en sus oficinas para recordar a sus trabajadores los límites que no está permitido traspasar. En uno de ellos, sobre el primer plano de un fornido brazo, se lee: “Nos gusta ver tus bíceps… en el gimnasio”, y se advierte de que los hombres no deben llevar camisetas de tirantes. En otro, la frase “cuando decimos que las preferimos cortas… nos referimos a las reuniones” acompaña la imagen de una microminifalda.
Con sentido del humor, como en este caso, o sin él, el mensaje queda claro: ambos sexos deben vestir no solo con seriedad sino también con recato. Una idea que cala en el subconsciente del empleado hasta convertirlo, a veces, en su propio censor.
María
Blanco cuenta que aunque no está explícitamente prohibido llevar
camisetas de tirantes en la empresa de construcción donde trabaja,
ninguna mujer lo hace y cuando alguna osa hacerlo, “todos lo comentan,
no pasa inadvertido”. ¿Tan escandaloso resulta un hombro al descubierto?
¿Acaso la sola visión de ese trozo de carne puede hacer perder eficacia
a sus compañeros?
No, pero se considera que está “fuera de lugar”. La violación del código les hace sentir incómodos. De hecho, Silvia Lázaro, directora de comunicación de Ferrovial, asegura que la plantilla asume con total naturalidad las normas y que nunca les han pedido que las relajen. En opinión de Soley Beltran, es muy común que estas reglas generen una sensación de seguridad entre los empleados.
No, pero se considera que está “fuera de lugar”. La violación del código les hace sentir incómodos. De hecho, Silvia Lázaro, directora de comunicación de Ferrovial, asegura que la plantilla asume con total naturalidad las normas y que nunca les han pedido que las relajen. En opinión de Soley Beltran, es muy común que estas reglas generen una sensación de seguridad entre los empleados.
“El
sentimiento de pertenencia a un grupo a través de la indumentaria es
muy importante para empatizar y seleccionar. Además, es una cuestión de
pura economía psicológica: te ahorras tener que pensar de qué van esas
personas, porque llevan ese mensaje escrito sobre su superficie
corporal”, argumenta.
En Google consideran, sin embargo, que la expresión de la individualidad a través de la ropa es mucho más positiva, en términos laborales, que la uniformidad. “Buscamos que la gente sea lo más parecida a sí misma, a su forma de ser real, dentro de la empresa. Así se sentirá más cómoda, las relaciones con otras personas serán más fáciles y el trabajo fluirá mejor”.
En Google consideran, sin embargo, que la expresión de la individualidad a través de la ropa es mucho más positiva, en términos laborales, que la uniformidad. “Buscamos que la gente sea lo más parecida a sí misma, a su forma de ser real, dentro de la empresa. Así se sentirá más cómoda, las relaciones con otras personas serán más fáciles y el trabajo fluirá mejor”.
Información publicada en: http://sociedad.elpais.com