Con la revolución digital, trabajadores perfectamente cualificados para el desempeño de sus tareas han quedado desactualizados de la noche a la mañana. José María Martínez Selva, catedrático en psicobiología de la Universidad española de Murcia, analiza en su libro titulado: Tecno-estrés: los problemas de estrés y ansiedad que genera el laborioso, pero imprescindible proceso de aprendizaje al que se ven abocados estos profesionales.
En opinión del autor, el tecno-estrés lo padecen, sobre todo, personas de más de 40 años quienes, al no haberse podido adaptar a los rápidos cambios tecnológicos, llegan a experimentar rechazo hacia las nuevas herramientas.
A pesar de que sostiene que “no es un libro antitecnológico”, mantiene que usar los nuevos aparatos es difícil y pretende dar voz “a todas las personas que lo pasan mal”.
Por si fuera poco, el uso de dispositivos móviles ha roto las fronteras espaciales y temporales de la oficina, prolongando la jornada laboral de forma indefinida.
El trabajador se siente, entonces, obligado a mantener un rendimiento continuo y no consigue desconectar ni distanciarse de sus obligaciones, lo que, en opinión de Martínez Selva, no beneficia a su salud mental.
Sociedad de la información
Otro factor que produce estrés tecnológico es la inabarcable cantidad de datos a la que se enfrentan los usuarios. Para ilustrar esta afirmación basta con recurrir a estudios en la materia.
Los de Peter Lyman y Hal Varian demostraron que entre 1999 y 2002 se creó más información que en toda la historia de la humanidad.
Un estudio de la consultora Accenture, realizado en el año 2007, revelaba que los directivos de grandes las compañías invertían por lo menos dos horas diarias en la búsqueda de información. Una excesiva dedicación que –en opinión del catedrático– no suele traducirse en una mejora significativa a la hora de tomar las decisiones.
Además, el tratamiento de datos a través de aplicaciones electrónicas lleva asociado dos importantes peligros: su pérdida o robo. En octubre de 2008, el Gobierno británico reconoció haber perdido un disco duro de ordenador que contenía datos sobre 1,7 millones de reclutas y aspirantes, mientras que en 2006 se produjo el robo en EEUU de los perfiles de 26,5 millones de ciudadanos.
Personas y máquinas
A lo largo de la historia del cine muchas han sido las películas que mostraban un futuro idealizado, en parte gracias al uso de robots que se encargaban de las labores más desagradables.
Pero la progresiva implantación de máquinas en nuestra vida cotidiana no sólo no ha descargado nuestra lista de tareas, sino que ha añadido más.
Imprimimos en casa los billetes que antes comprábamos en la agencia de viajes, sacamos dinero de cajeros automáticos, montamos nuestros propios muebles, planificamos viajes desde agencias “online” y nos desquiciamos en interminables conversaciones telefónicas con centralitas automatizadas. Asumimos responsabilidades, según Martínez Selva, que antes correspondían a personas que cobraban por ello.
Cómo evitarlo
-José María Martínez Selva, catedrático en Psicobiología de la Universidad española de Murcia sugiere una serie de pautas para evitar, en la medida de lo posible, el tecnoestrés. Consejos como poner límites a nuestra conexión, establecer siestas digitales (periodos libres de nuevas tecnologías) o buscar aficiones alejadas del ordenador, que pueden mejorar nuestra calidad de vida. También da mucha importancia a aprender a distribuir de forma adecuada nuestro tiempo y reforzar las relaciones cara a cara, sin tratar a las personas como si fuesen máquinas capaces de responder a todas nuestras demandas.
-Por último, el catedrático español hace hincapié en que deben mantenerse las vías tradicionales de comunicación y de trabajo, entendiéndose éstas como la relación cara a cara entre las personas involucradas.
-En este sentido, continúa, si se elimina la posibilidad de realizar trámites administrativos tan sencillos y triviales como establecer una cita para su médico de cabecera por teléfono en lugar de hacerlo exclusivamente a través de Internet, corremos el riesgo, en opinión del autor, de aumentar la brecha digital, generando más tecnoestrés.
Alberto Peñalba/Efe Reportajes